Se resolvió realizarlo un domingo de enero, en el mediodía palermitano, para aprovechar al
máximo la luz natural y poder disfrutar de los amarillos característicos de estos vinos.
Tal como es habitualmente nuestro estilo, caímos con un six-pack de etiquetas alsacianas con distintos
varietales y un corte. Arrancando por este último,
Arthur Metz Alsace 2004
, para "hacer boca" y avisarle a nuestros sentidos que íbamos a probar vino,
para luego pasar al primero de los varietales, una variedad muy rara en estos pagos como es le Pinot Blanc (
Pierre Sparr Pinot Blanc Reserve
).

Llegó el desafío de la cocina; los dueños de casa nos agasajaron con un primer plato elaborado
con una base de faina, trigo burgol, mayonesa a la lima, langostino salteado, arvejas frescas
y un hilo de aceite de oliva.
Para los comensales hubo gustos encontrados. Hay a quienes les gustó el primer vino con el plato,
a otros la segunda etiqueta, y hubo quienes no encontraron un buen maridaje.
Volvimos a los vinos y llegó el turno de los Gewurztraminer, representados con dos etiquetas y
dos añadas diferentes, la primera fue el
Arthur
Metz Gewursztraminer 2008 Epice Puissant
y el segundo proveniente de la bodega más reconocida
de la región, el
Hugel Gewursztraminer 2007
.
Para estos vinos llegó a la mesa un salmón blanco a la plancha, calamares salteados con pimentón, una
crema de ricota ahumada y berenjenas, batatas fritas y zanahoria rallada.
En este plato los gustos estuvieron más homogéneos, combinando agradablemente con ambos vinos. Con el
primero fue un maridaje más "jugado" generando mucha voluptuosidad en la boca y bien integrado. En cambio
con el segundo, se lo sintió más fresco y elegante. En definitiva, plato y vinos abarcaron distintos
estilos de paladares.
Para finalizar, llegó el momento de los Rieslings, con otros dos vinos y dos añadas, esta vez bien
diferenciados. El primero fue un
Hugel Riesling 1999
y el segundo un
Domaine Baumann Riesling 2005.
Finalmente, llegó el turno de las costillitas de cerdo y el conejo asado, roseados con vinagreta, polenta
frita al tomillo, papa frita y salsa inglesa con aceitunas negras.
En esta ocasión la mesa volvió a estar de acuerdo y no encontró maridaje, ya que la acidez de la vinagreta
y la salsa inglesa chocan con los vinos. Para alguno el segundo vino gustó solo con la polenta frita al
tomillo.

Esto derivó a que los dueños de casa decidieran descorchar unos tintos de su cava personal. El primero fue
un Château Batailley 2001, el cual cumplía su primer decenio de vida, y recién este año está para empezar
a tomar con aromas a fruta marcados y con la acidez balanceada; el segundo fue un clásico argentino, el
Cavas de Weinert Gran Vino 1994, ideal para quienes gustan de los tintos bien evolucionados en donde los
aromas estaban súper amalgamados y la boca sedosa. Para finalizar, el Trapiche Medalla 2003, vino que hemos
probado en alguna otra oportunidad, pero que esta vez lo encontramos más redondo, en donde la fruta dejó
lugar a lo especiado del Cabernet Sauvignon.
Ya entrada la noche, y con el calor todavía presente, finalizamos el "almuerzo", igual a como lo empezamos,
es decir, con un "coblan", pero esta vez fue una rareza nacional, una etiqueta que no es común encontrar,
pero que en Casa Coupage esta a la mano; el Urraca Chardonnay 2007. "Chardo" completamente diferente a lo
que uno está acostumbrado a tomar, con notas frutales pero con una mineralidad poco frecuente para lo que
son los exponentes nacionales.
Como conclusión, basta decir, que la experiencia fue más que gratificante y educativa, y nos llevó a preguntarnos
cuál fue el motivo por el cuál varias bodegas dejaron de elaborar estas variedades blancas tan atractivas para
sólo limitarse a las tres blancas mas comunes (Chardonnay, Sauvignon Blanc y Torrontés).
Berta Bryner y Hernán Quiroga.